Hoy volvía de la facu; y de noche por avenida Pueyrredón todo parece exponencialmente glamoroso y casi místico... no voy a decir que una se espera duendes atrás de cada parada de 61, pero realmente es un trayecto que recorro con mucho gusto. Caminaba entonces, escuchando música tranqui que potenciaba las luces de los autos, que son como luces de navidad pero quedan bien en cualqueir estación (y mejoran con el frío, más si hay árboles amarillos que las reflejan cuando se abovedan sobre la avenida), y de repente pasé por un espejo. Como iba rápido, no fue más que una visión relámpago y opaca: yo, con la pollera tableada, la mochila, el buzo negro y los auriculares destartalados; en fin, yo como soy siempre, una bohemia en potencia volviendo de la facultad... de derecho.
Pero más allá de reflejar los extraños matices con los que el destino nos pinta, algo en ese espejo le hizo cosquillas a mi inconsciente, porque de repente me vi transportada a un mundo casi irreal: ahí estaba yo, con cinco años, seis años, mirando por la ventana del Renault que teníamos en aquella época. Y afuera de la ventana, más allá de mi reflejo opaco, estaba la ciudad que pasaba. Torres pasaban, avenidas con luces como de navidad y árboles de follaje abundante, y todo pasaba hasta que el auto iba por aeroparque, y ahí todo seguía pasando pero el tiempo se detenía.
Recordé, y todo esto fue en pocos segundos, las estrellas sobre el río (todavía quedaban en ese momento), el pasto verde a pesar de la noche y las luces sobre las pistas de aterrizaje, y las pistas... esas extensiones de concreto que se sienten como una rampa hacia quién sabe que cielos. Y recordé los aviones, inmóviles como grandes elefantes durmiendo sobre esas praderas urbanas como si se tratara de vastas cunas.
Todo envuelto por un olor a rocío y vía láctea que es imposible sentir si no es en el campo; mi recuerdo fue un fugaz aglutinamiento de sensaciones inconexas en la realidad, pero inexplicablemente aunadas en algún rincón de mi mente.
Ahora que tipeo esto, algo de eso me vuelve. Será la noche, serán las luces de los autos.
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